Son las 1:19 a.m. Nuevamente trasnochando. Por miedo a los sueños, por miedo al coco, porque tengo pesadillas, porque esperaba a alguien, porque estoy triste, porque me obsesiono con lo que debo terminar en este momento...porque simplemente, no sé qué es lo que esperaba que sucediera.
Esta no es una bienvenida, sino que el primer acercamiento a lo que diaria y nocturnamente vivo. Es como el día de la marmota, todo se repite rutinariamente y en mi viaje constante, busco romper con lo obvio. Lo que ya ha sido establecido.
Voy tras el pequeño detalle. La sorpresa...la buena, claro. El anhelo, la ilusión que me mueve y no me ha permitido morir en el intento. Aquello que me ha alejado de ese frasco que polvoriento y burlezco, se menea sobre la repisa.
Esta no es una bienvenida, sino que el primer acercamiento a lo que diaria y nocturnamente vivo. Es como el día de la marmota, todo se repite rutinariamente y en mi viaje constante, busco romper con lo obvio. Lo que ya ha sido establecido.
Voy tras el pequeño detalle. La sorpresa...la buena, claro. El anhelo, la ilusión que me mueve y no me ha permitido morir en el intento. Aquello que me ha alejado de ese frasco que polvoriento y burlezco, se menea sobre la repisa.
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