La medianoche de Anaís

Posted On 13.3.09 by Hierba Amarga |




Media noche, la bruma de la bahía sube hasta la colina donde mi ventana contempla tu hogar, como siempre, como todos los días.


Recostada recuerdo nuestro último fin de semana en aquella cama y ese cuarto insípido, que a pesar de su desorden me hacía sentir segura y me permitía cerrar los ojos sin temor a las pesadillas recurrentes.


Anoche, recostada en esta cama pequeña, pensaba en ti como en un fantasma que en cualquier momentos atravesaría esa pared para lanzarse sobre mí. De espaldas y mirando el techo, bajaba mi mano que con ritmo constante se movía, tal como te gusta, una y otra vez dentro y fuera…Tal como a ti te gusta. O te gustaba. Ya no sé si hablar de ti en pasado, o conservar esta estúpida esperanza que no me deja caer cuando a punta de lágrimas intento borrar mi existencia, y por supuesto, la tuya.


Mi mano se movía, dentro y fuera, una y otra vez…Ahora con un ritmo acelerado, a punto de hacerme estallar. Y ahí estaba yo, de costado y pensándote tanto que al estallar en deseo pronuncié tu nombre. Y estalló también el llanto, al escuchar tu nombre salir de mi boca.


Bastó sólo ese momento frenético y extraño, solitario y decadente, para darme cuenta de que el cariño se había convertido en algo más. Y era eso lo que me destrozaba cada noche, cada vez que miraba hacia tu casa y esperaba verte salir en dirección a la mía. Claro, eso jamás sucedió y yo aquí, sintiéndome indefensa como una niña, descubría con horror que te amaba, que te extrañaba y te esperaba. Qué tonta. Te esperaba.


Al estallar tu nombre susurrado desde el fondo de mi corazón, la última lágrima cayó cuando cerré al fin mis ojos y seguí esperando, en sueños, la siguiente pesadilla. Aquellas que sólo se alejan cuando al dormir, tomas mi mano.

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